Ante esta exposición imagino mi ciudad, no cualquier ciudad ni una ciudad en abstracto, sino la mía que es donde habito. La intento interiorizar, sentirla, con las historias compartidas como comunidad. Cada calle o parque, cada rincón que he recorrido, habitado o sentido es portador de un universo intelectual y afectivo, el cual puede descomponerse en miles de hilos conductores de significado. La ciudad en la obra de Gloria Carrasco es memoria e identidad construida a lo largo del tiempo. La ciudad es una pequeña casa de cerámica. Es por tanto, la casa de todos, nuestra casa.
En Ciudades Frágiles, Carrasco intenta apropiarse de la ciudad, es decir, hacerla suya y que se funda en su obra, que no se distinga de cuál ciudad estamos hablando, sino que sean todas. Su escultura es un espacio para la “representación” de las ciudades, que actualmente crecen a un ritmo precipitado, de manera desmesurada, suscitando la explotación del suelo y de los espacios naturales. Sus ciudades son ordenadas, en contraste con las ciudades reales; en desorden, en una urbanización desproporcionada; un hábitat anarmónico y sin coherencia, causante de caos y de una tendencia degenerativa de la vida, estimulada no sólo por la saturación visual sino también por la violencia.
Como diría Hölderlin, una ciudad debe de ser un espacio donde el ser humano habite poéticamente. Donde convivan presente y pasado, con respeto de la memoria histórica y la identidad lo cual no está peleado con la innovación: esa es la idea de ciudad que ofrece esta artista. Carrasco nos presenta objetos cerámicos, esculturas, instalaciones y obras ambientales derivadas de su talento y profesionalismo, que son portadoras de un procedimiento de honda significación para la escultura en cerámica contemporánea.