Carlos Aranda Márquez

Tema: 
Las ciudades invisibles
Año: 
2004

En 1975, Italo Calvino era un escritor italiano que empezaba a ser famoso en el exigente mundo anglosajón. Un artículo de Gore Vidal en el New York Times Magazine lo consagraba al lado de nuestro Jorge Luis Borges como uno de los autores de una tradición fantástico - intelectual nueva en Occidente. Víctor Gollancz, un editor literario inglés, decidió presentar al intelectual italiano en las Islas Británicas, con una de sus novelas más recientes, la cual había sido un éxito rotundo en Italia, Francia y España.

En 1975, Londres era una ciudad que vivía del recuerdo de sus intensos Swinging Sixties, lluviosa y fría y en el vértice de una decadencia económica temible. Cualquier estudiante extranjero pobre no tenía muchas opciones de qué hacer en semejante clima moral y físico. Drogarse e ir a malos conciertos de rock o llevar una vida monacal y dedicarse a leer y encerrarse en un mundo propio. Después de leer Under the Volcano, la novela infernal de Malcolm Lowry, la segunda novela que leí en inglés estaba escrita paradójicamente por un autor latino, que bien mirado, podría haber sido mi maestro de literatura en la universidad.

No es difícil ver por qué Las Ciudades Invisibles cautivó a sus lectores. A mitad de camino entre sus descripciones de  ciudades orientales y una cierta trama de misterio, uno podía explorar un mundo nuevo y si evoco esa melancolía es porque la más reciente exposición de Gloria Carrasco, que ahora podemos observar en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca me devuelve ese recuerdo tan nítido de la noche, el viento y la arena del desierto.

Dos

Arquitecta de formación y artista por vocación, Gloria Carrasco decidió resignificar el uso de la cerámica como un lenguaje tridimensional íntimo y cálido. Uno puede descubrir las lascas que guían su trabajo y podemos dividir su vocabulario en tres vertientes principales.

La primera y la más fuerte de las tres se relaciona con la creación de hábitats y ambientes y podemos reunir aquí sus cuatro grupos como árboles, vestigios, rituales y perfiles como elementos urbanos que demuestran con fuerza la interrelación que tienen entre sí y nos podemos imaginar claramente la ciudad invisible.

El segundo grupo son cuatro piezas bidimensionales que no intentan explorar un métier pictórico pero que sugieren los rastros dejados por las luces nocturnas en una gran ciudad o los juegos de los niños en la playa. Diálogo nos trae un aire oriental a mitad de camino entre la estrategia del Go, el juego japonés y las texturas de algunos pintores oaxaqueños.

Por último, dos piezas inclasificables tienden un arco natural entre las piezas modernas, la mayor parte de la exposición, con obras contemporáneas hechas por un Nadin Ospina y otros maestros sudamericanos. Resonancia nos trae a la memoria los Bastones de mando del artista colombiano, donde el mundo mesoamericano es reinterpretado y el peso de la tradición cobra un nuevo peso entre nosotros.

Ceremonial es la pieza más enigmática de la exposición. Un monumento antiguo, una escultura contemporánea, un tímido homenaje o todo a la vez, la obra nos contempla como el ojo de Tezcatlipocatl, desde el principio del fuego hasta la serena contemplación.