Dos temas, dos conceptos tan remotos y recurrentes, la cerámica y el paisaje, gracias a una suerte de fusión de códigos son puestos por Carrasco en una distinta relación, que renueva los pretextos, el texto y el contexto, favoreciendo así, también, la confección de un diferente subtexto, esto es, ese conjunto de matices que no responden a la literalidad, que no se anuncian de manera expresa, que no se ven a la primera pero que están implícitos en la obra y son comprensibles o discernibles para el espectador competente.